Notas al tema
OTRA LLAMADA DE ATENCIÓN
Guillermo E. Zúñiga Chaves
El martes de esta semana el periódico The Washington Post tituló en una de sus columnas de primera página “La deuda global levanta banderas rojas”. El argumento es que “La creciente carga de la deuda en las principales economías en desarrollo está alimentando temores de una nueva crisis que podría extenderse mucho más allá de la interrupción que azota a Turquía".(Traducción libre)
El comentario refleja preocupaciones sobre la deuda de algunos
países emergentes. Si bien señala que no hay condiciones para algo parecido a lo
que ocurrió hace 10 años, sí reconocen que algún traspiés en el servicio de la
deuda de algunos países, pueden llevar alguna contaminación a los mercados. Cita que algunos economistas no ven lo que
está sucediendo en Turquía como el final de las dificultades financieras, sino
que abrigan el temor que sea el inicio de impagos de otras economías. Desde
luego Argentina ya aparece como parte de la lista a considerar.
Hace 10 años, cuando estalló la Gran Recesión, se pensó que para desinflar la
burbuja financiera que se había creado, era necesario recoger esa deuda. Pero
ocurrió exactamente lo contrario. Un
estudio publicado este mes por McKinsey Global Institute, explica que la deuda a
nivel mundial pasó de US 97 trillones en
2007, (en la víspera de la Gran Recesión) a US$ 169 trillones en 2017. Y
¡ojo!, estas cifras no incluyen la deuda del sector financiero.
Si bien el estudio de McKinsey señala que el sistema financiero
internacional está menos expuesto al contagio, deja la preocupación ¿serán
manejable esos montos de deuda? Esa es la gran pregunta entre manos. Por ello, estas señales de alerta debemos
tenerlas presentes, porque tarde o temprano, nos pueden afectar.
COSTA
RICA NO ESTÁ PREPARADA. Si hay problemas de pago
en algunos países emergentes, los mayores riesgos a nivel global, nos van a golpear.
Hace 10 años, en el 2008, al momento de estallar la Gran Recesión, el país tenía superávit fiscal por segundo
año consecutivo. Con ello la deuda
pública había bajado de 55,1% del PIB en el 2005 a 38,4% del PIB en 2008. En
tres años bajamos la deuda en 16 puntos
porcentuales respecto al PIB. Teníamos un espacio de manejo cuando se nos vino la
crisis encima.
Hoy, esa cifra de la deuda va más allá
del 65% del PIB, por lo que no tenemos
mayores grados de libertad. Y lo que es peor: la credibilidad del país ha
caído, lo que dificulta atraer recursos externos. Estamos en una “zona de turbulencia”, dicho nada menos que por la Ministra de Hacienda hace unos días en la
Asamblea. Ya se sabe que el discurso en agosto de 2017 de D. Luis G. Solís,
diciendo que no teníamos plata para pagar, asustó a los inversionistas.
OTRAS
SEÑALES DE LA ECONOMÍA MUNDIAL. El comercio
global está observando tensiones entre las potencias. El Presidente Trump ha
enfrentado a China y ahora tiene en entredicho el tratado de libre comercio
entre USA, México y Canadá, pues negoció únicamente con México y dejó por fuera
a Canadá.
Las tasas de interés en USA tienden al
alza, el dólar se robustece, el colón ha caído y eso encarece nuestras
importaciones. Nuestras exportaciones
han crecido “moderadamente” en el segundo trimestre de 2018, dice el Banco
Central. (Comentario del 5 de setiembre de 2018). Es decir, sin mucha fuerza. Y
CEPAL dice que los ingresos de inversión
extranjera en el país en el año 2017
fue apenas 1,3% mayor al 2016, y refleja una caída de -7,5% menor al 2014.
(CEPAL, La Inversión Extranjera Directa
en América Latina y el Caribe, 2018). Y recordemos que la IED es la que
financia en buena medida el hueco de la balanza comercial del país. A este
frente externo también hay que ponerle cuidado.
CONCLUYO. Hay alertas internacionales. Conocemos las recientes presiones
que ha vivido el colón; sabemos que US$1.000 millones de las reservas que hoy tiene
el BCCR, es un préstamo que debemos empezar a pagar el año entrante. Pero en 10
años, no hemos tenido la capacidad de preparar al país. Y una “reforma fiscal aguada”
puede posponer problemas, pero no corregirlos. Y falta una clara política
productiva. Las huelgas tampoco ayudan. ¡Por Dios, urge un acuerdo integral!
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